La comunicación no violenta (CNV) es una propuesta contemporánea desarrollado por Marshall Rosenberq entre los años 70 y 90 del siglo pasado. 

Se propone que las personas se generen comunicación entre sí y también consigo mismo, con eficaces capacidades empáticas y aun mayores: con «compasión». Brinda un marco amplio de prácticas relacionales expresivas, desde una comunicación asertiva y pacífica de los puntos de vista, las observaciones, los sentimientos, las necesidades, los deseos, las metas y las peticiones que tenemos para comunicar a otros e incluso a nosotros mismos.  

La CNV nos lleva a ser conscientes de los leguajes que emiten juicios o comparaciones constantes. Nos enseña a identificar que detrás de estas formas de comunicación hay emociones que las activan, una buena práctica de reconocimiento de estas emociones nos ha de llevar a encontrar que ellas expresan necesidades profundas y  legítimas que buscan ser satisfechas. La CNV nos ayuda a identificar las formas comunicativas como las estamos abordando (canalizando) y quizá satisfaciendo, muchas de ellas resultan ser  violentas con los demás, como con nosotros mismos: miedo, vergüenza, humillación, culpa, acusación, amenazas, coerción, castigo, desconocimiento, marginación o exclusiones. 

El ideal de la CNV es que las propias necesidades, deseos, anhelos, esperanzas no se satisfagan a costa de frustrar las necesidades de otra persona. Un principio clave de la comunicación no violenta que facilita este objetivo es la capacidad de expresarse sin usar juicios sobre lo que está bien o mal, sobre lo que es correcto o incorrecto.  Por eso se hace hincapié en expresar sentimientos y deseos (necesidades), en lugar de expresar críticas o juicios morales.