Al comunicarnos desde posturas de poder, solemos desconocer nuestras responsabilidades y promovemos que los demás evadan las suyas.

Cuando nos encontramos ante un conflicto con nuestros hijos en el que tenemos diferencias, desacuerdos o estados emocionales opuestos, es frecuente que tanto hijas (hijos), como padres, actuamos impulsados por la fuerza del sentido de defensa y no por nuestra voluntad compasiva en conciencia plena, por lo que nuestra individualidad, actitud de supremacía o defensa predomina en el ejercicio de la autoridad como padres y surgen frases como: “Tienes que…” “Te guste o no ….”, “Te he pedido que….”, “Lo haces y punto”, “porque lo digo yo”, “porque SÍ….” o “porque NO”, “Lo haces YA” … entre muchas más.

Estas maneras de hablar -que también pueden ser parte de nuestros entornos históricos de crianza- ensombrecen el sentido compasivo del poder, la responsabilidad y el crecimiento integral propio y de nuestros hijos. Nos expone a actuar imponiendo acciones que impiden la interiorización del aprendizaje sobre responsabilidades, pudiendo llevarnos también a trasladar o justificar nuestras acciones a fuerzas externas: “Tuve que pegarle porque…”, “Debo sacarte porque…”, “Soy así porque…”.

Lo que al final resulta es que herimos el vínculo que estamos construyendo con nuestras hijas (hijos), quienes además evaden su responsabilidad cambiando el aprendizaje por sentimientos de resentimiento, sumisión o victimización y pueden continuar haciendo lo que deseamos por causas ajenas a la interiorización del aprendizaje.

 «Relaciones basadas en autoritarismos parentales o generacionales, no solo producen resentimientos y malestares emocionales, sino, y sobre todo, obediencias ciegas y actos atribuidos a causas ajenas»

Esto puede ser diferente si superamos el autoritarismo y ponemos más atención (plena conciencia) en las formas cómo comunicamos las responsabilidades con los demás y nosotros mismos. Vivir la autoridad significa, entre otras características, ser responsables de lo que comunicamos a los demás, de manera que emerja de nosotros adultos con autoridad y modelos, la conversación y las reflexiones capaces de reconocer las capacidades y el uso de éstas para el bienestar, tanto personal como colectivo.